El pasado domingo, 9 de noviembre, volvió a actuar la Compañía de Teatro “La Melinguera” en el Centro de Congresos de Barbastro. Estrenaban “El Embrujado” en una adaptación de la obra de Valle Inclán. Me sorprendió gratamente el numeroso público que llenaba el patio de butacas. Lo digo porque salvo para las fiestas, el teatro sigue siendo un espectáculo minoritario. Bien es verdad que el numeroso elenco de actores locales que forman parte de la compañía (creo que conté diecisiete), arrastra a un buen número de amigos y familiares que conforman un público especial, entregado y crítico al mismo tiempo.
Una decoración sobria pero suficiente, que los propios actores modifican con celeridad entre acto y acto, sirve de marco a una historia en la que tienen gran importancia los diálogos. “El Embrujado” es una obra difícil y hay que aplaudir la valentía del director y de los actores por atreverse con ella. Es un dato que muestra el nivel que La Melinguera, paso a paso, está alcanzando. Obra difícil en dos sentidos, el primero, ya lo he dicho, es el peso que los diálogos adquieren ante la ausencia de acción. Los espectadores asistimos al desenlace de hechos ocurridos fuera de escena, y nos enteramos de ellos por boca de los personajes, a través de diálogos difíciles que van completando la trama de una compleja tragedia rural. Poco a poco el espectador descubre un mundo de bajos intereses, odios y venganzas desatados por la codicia.
Sabremos de la muerte del hijo de don Pedro a manos de Anxelo, que se deja llevar por las influencias malignas de La Galana. Anxelo es el embrujado, que quiere y no puede liberarse de los poderes que ella ejerce sobre él. Han tenido un hijo, y La Galana quiere hacer creer a Don Pedro que es su nieto. Con ello él se aseguraría compañía y continuidad para su herencia, y ella tomar parte de la riqueza. Don Pedro duda que el niño sea realmente fruto de la relación de su hijo con La Galana y preferirá renunciar a él antes que repartir la hacienda con una mujer guiada por la avaricia.
La segunda dificultad de la que hablaba, y con la que también actores y director se han atrevido, es la de actuar para un público tal vez acostumbrado a un tipo de teatro más costumbrista y fácil de seguir. No obstante, salen airosos del reto. Los espectadores disfrutaron y pasaron un buen rato, reconociendo con un largo aplauso la excelente interpretación por parte de actores aficionados. Mérito pues del director que supongo habrá tenido que trabajar duro con los actores en numerosos ensayos, y de estos por aprender un texto difícil y saber interpretarlo manteniendo la tensión y el dramatismo a lo largo de toda la obra.
Jose Antonio Albero
lunes, 24 de noviembre de 2008
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